jueves, septiembre 28, 2017

El sentir del salvadoreño más universal

Por Guillermo Mejía

Impresionado y con muchos recuerdos de los tiempos de locura fratricida en El Salvador. De esa manera reaccioné al recibir el libro “Sentir con la Iglesia: Vida y obra del beato Oscar Romero Como profeta, pastor y mártir” del maestro y periodista José Eduardo Cubías Colorado.

El autor nos lleva a un recorrido histórico sobre la figura del beato mártir, camino a su canonización, ya de muchos conocido como “el salvadoreño más universal”, “Romero de América” o “la voz de los sin voz”, que con los evangelios en su brazo iluminó el camino de la paz sin contener su denuncia profética de la injusticia estructural y la represión.

El libro consta de 18 capítulos donde el lector encontrará la impronta del prelado, su martirio y el tortuoso camino hacia la beatificación y –aún en espera- su canonización que lo pondrá en un lugar en el que ya figura para sus fieles y seguidores a nivel nacional e internacional. El material consigna los pasajes que abonan a la memoria histórica.

Me parece muy oportuno apreciar que, como bien nos ilustra Cubías Colorado, en forma, contenido y estilo, el género periodístico que mejor se adapta para conocer la vida y obra de Monseñor Romero es el ensayo; tanto porque nos permite profundizar en algunos aspectos de su biografía y llevarnos al punto de reflexión.

“El ensayo periodístico es una reflexión personal sobre el tema y refleja como el periodista ve, interpreta y siente aquello de lo cual escribe; en este sentido, los contenidos de esta serie de capítulos sobre la vida y obra de Monseñor Romero, constituyen una reflexión del autor sobre el ‘Arzobispo Mártir’, antes y después de su muerte”. (Pág. xxiii)

Rescato del testimonio del autor una anécdota sobre la huella del obispo que fue asesinado cuando oficiaba misa en la iglesia del hospitalito Divina Providencia, de San Salvador, el fatídico 24 de marzo de 1980 a manos de un francotirador que, según el Informe de la Comisión de la Verdad, por encargo de fuerzas ultraderechistas comandadas por el Mayor Roberto d’Aubuisson:

“Cuando el Padre Tavo me entregó el crucifijo que preside el Vía Crucis del viernes Santo, en la Comunidad Miramonte en 1980, confieso que sentí temor por la escalada de violencia en contra de la Iglesia Católica y la represión manifiesta contra los sacerdotes. Días antes habían asesinado a Monseñor Romero y los feligreses se mostraban temerosos de asistir a las parroquias diocesanas y participar en los oficios religiosos.

“Quien esto escribe se mostraba timorato, pero llevar la Cruz con Jesús Crucificado, evocar el mensaje pastoral de Monseñor Romero y sentir la Cruz junto a mi pecho, me infundía valor y una santa espiritualidad.

“Recuerdo que el Padre Tavo me miró a los ojos y me entregó el Crucifijo, y lo porté, muy en alto, con una gran tranquilidad durante el trayecto del Vía Crucis en una de las calles de la Colonia Miramonte”. (Pág. xix)

Y también del relato testimonial de Cubías Colorado de la ceremonia especial tan esperada por el pueblo salvadoreño:

“Me confundí entre los 300 mil feligreses devotos de Monseñor Romero, como testigo presencial de su beatificación, una cálida mañana del 23 de mayo de 2015 en la plaza ‘Salvador del Mundo’ en San Salvador.

“Un halo solar con el espectro del arco iris que se formó en el momento de la liturgia de su beatificación; expresaba que los cielos se regocijaban por la subida de Monseñor Romero a los altares, al reino de Dios.

“Así me lo dio a entender María, una peregrina del Bajo Lempa que permaneció a mi lado, durante la ceremonia; su rostro mostraba la vida azarosa de las campesinas salvadoreñas, de aquellas que han llevado a cuestas su pobreza, la esperanza y la fe en Monseñor Romero de que vendrán días mejores pada los pobres y los humildes”. (Págs. 39-40)

Como en trabajos anteriores, Cubías Colorado nos lega su abono intelectual al rescate de la memoria histórica, cuestión tan necesaria e importante pero con la que pareciera ser que los salvadoreños permanecen huraños.

Invito a los lectores a deleitarse con la obra del reconocido “maestro por vocación, periodista de profesión” que tras décadas de aporte profesional en la docencia y la aplicación de su carrera periodística, continúa escribiendo sobre tópicos diversos que ilustran a jóvenes promesas e invita a los no tan jóvenes colegas a seguir su ejemplo.

Resonarán por siempre en la Patria y alrededor del mundo las palabras del beato mártir a las bases de la Fuerza Armada y los cuerpos de seguridad en la homilía dominical del 23 de marzo de 1980, un día antes de su martirio: “Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuoso, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”. (Pág. 198)

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