lunes, febrero 28, 2011

Chantaje, cinismo y frustración

Por Guillermo Mejía

La denuncia del empresario de autobuses Catalino Miranda que detrás de los accidentes motorizados hay mano peluda, al igual que la ganga de que se les “ayude” para negociar lo que deben por multas policiales so pena de hacer inviable la sociedad llegó al colmo. Hasta ahora la respuesta oficial es que se les aplicará la ley. Veremos.

El costo de la irresponsabilidad da cuenta de al menos 20 muertos y casi 200 lesionados en varios hechos registrados en días recientes. El cinismo llegó al grado que la misma policía admite que los buseros conducen sin licencia, por vencimiento o decomiso, en un 80 por ciento de los casos, mientras deben al Estado una suma millonaria por esquelas.

Como es costumbre, los ciudadanos víctimas del atropello constante de los cafres han avalado la postura del gobierno en que, como dijo el ministro de Obras Públicas, Gerson Martínez, se les acabará la ley de la selva o la fiesta. Al menos, la promesa y las acciones que hemos visto del fin de semana para acá siguen en pie. Otras 975 multas fueron impuestas en la jornada policial.

Para la gente resulta frustrante el comportamiento de los buseros que siempre han gozado de impunidad y prerrogativas de los gobiernos de turno dentro del clientelismo político y de trances de las autoridades u otros dirigentes de partidos con estos irresponsables, que tienen hasta representantes en la Asamblea Legislativa.

Al verle el lado amable, diremos que si se cumple con que se les acabará la fiesta será otra oportunidad del gobierno de Mauricio Funes y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) de apostarle al también frustrado –aunque anhelado- cambio, tal como establecieron en las promesas electorales.

Es una realidad incuestionable que con esas actitudes y comportamientos los cafres se han pasado del límite; es decir, lograron ganar la categoría de delincuentes motorizados, mientras las autoridades han pecado por omisión ante la existencia de una legislación al respecto y la tembladera que les ha dado para cumplir con lo previsto.

Sin duda que la problemática del transporte público tiene varias aristas y, por ende, así focalizado sólo resalta a quién hay que pedirle cuentas; sin embargo, hay muchas cuestiones que se tienen que poner en orden dentro de la casa, una de ellas también –como hemos dicho con anterioridad- se refiere a la necesidad de mayor tributación al fisco para corresponder con la crisis.

A la vez, está el problema de la inseguridad que ya no aguanta con el discurso de las autoridades policiales de que los crímenes han ido bajando de tanto en tanto cuando la sociedad tiene asegurado el “honor” de ser una de las más violentas del mundo, mucho más que la mexicana y la colombiana. Es innegable que en la vorágine el transporte ha puesto su cuota de sangre.

Y la verdad es que nadie se siente seguro con la forma en que pretenden atajar el problema, por cierto un problema que tampoco es nuevo, pero que amerita de parte del gobierno la mayor atención posible si no veamos que, junto a la crisis económica, galopa como el principal dolor de cabeza de los ciudadanos. Es frustrante.

Esperemos esta vez que las autoridades cumplan con lo que dijeron frente al chantaje de los buseros, porque la ley tiene que aplicarse parejo. Qué bueno sería para el país que la ciudadanía adoptara, a la vez, su papel como constructora de su futuro, cómo urge esa toma de conciencia y la acción política respectiva. Animo.

lunes, febrero 21, 2011

Déjà vu

Por Guillermo Mejía

Algo “ya visto”, aunque tenemos que entender el sentido metafórico de la definición que le doy a la expresión francesa, derivada de la sicología. En este caso, vale aclarar que el “ya visto” se refiere a la conducta añeja reaccionaria de la empresa privada salvadoreña frente a la necesidad de aportar –tal cual establece la ley- al fisco para decir que son socialmente responsables.

Para todos, está claro que con estos empresarios no vamos muy lejos, porque para ellos es mejor que nos sigamos desangrando entre hermanos, en medio de la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico, pues ellos se sienten cachimbones. Mientras, el gobierno teme entrarle de lleno para corregir esa situación y entonces que se profundice la miseria y la violencia.

Como algo “ya visto”, comparto en esta oportunidad un material que publiqué en medios de prensa internacionales en el año 2000 cuando, pese a todo, existía una pequeña esperanza de corregir muchas cosas que salieron torcidas de los Acuerdos de Paz, firmados en enero de 1992, entre ellas el fracaso anunciado del Foro para la concertación Económica-Social.

Ahora el turno le corresponde al Consejo Económico y Social, ojala que esa situación se revierte de la mano de la inteligencia de sus representantes, en especial de sectores labores y académicos, porque de estos empresarios “gorrones” poco podemos esperar, es como pedir –como reza el dicho- peras al olmo.

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Lecciones de una revolución que no fue

Por Guillermo Mejía

Los cambios esperados en El Salvador, sobre todo en el área socio-económica, se frustraron. La parte específica puesta en los Acuerdos de Paz, suscritos en 1992, no pasaron de ser letra muerta al igual que el tiempo invertido en la matanza fratricida.

Son lecciones que los centroamericanos debemos tomar muy en cuenta y así evitar errores futuros.

La violencia que se experimenta en la actualidad tiene mucho que ver con esa oportunidad perdida. La Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) denunció que los secuestros están a la orden del día y se estima que por los últimos plagios se ha pagado sumas millonarias.

Pero, ¿qué pasó? Sin duda la transición aseguró la participación política de la izquierda, aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que cada vez disfruta de su ascenso en las esferas del poder legislativo y municipal, e incluso saborea su llegada a la presidencia.

Sin embargo, esa ganancia temporal no lo es todo. La marginación social y económica, en que subsiste gran parte de salvadoreños, se profundiza en medio de la implantación del sistema neoliberal y sin que existan opciones para los sectores populares.

Si los empresarios y los políticos, especialmente del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), hubieran sido futuristas estaríamos en otra situación. Claro que también hay que hablar de la inconsecuencia de un acomodado FMLN que no hizo un esfuerzo serio para se cumplieran los Acuerdos de Paz.

En ese sentido, el oscurantismo político y los empresarios hicieron sucumbir, en 1993, la única salida civilizada que quedaba a la crisis: el Foro para la Concertación Económica y Social, donde estaban representados los patronos, trabajadores y el gobierno. Aseguraba ese foro una serie de acuerdos tendientes al desarrollo económico y social en beneficio de los ciudadanos.

A estas alturas, tal como refiere el diseño, se contaría con un marco legal en materia laboral para promover y mantener un clima de armonía en las relaciones de trabajo, así mismo propuestas concretas para superar la marginación urbana y rural.

Al contrario, la ceguera ha llevado a más confrontación social, si no veamos los eternos conflictos obrero-patronales. Caso patético es lo ocurrido en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) que luego de ocho meses del estallido de una huelga aún no se solventan los problemas que llevaron a los trabajadores a protestar.

Tampoco se han dado pasos concretos para contrarrestar la marginación social y económica. Cada quien tiene que salvarse como pueda, jamás se ha experimentado la solidaridad con los más desamparados, al final lo que está de moda es endurecer las leyes para castigar a la galopante delincuencia como si naciera de la nada, como que no tuviera raíces profundas en esa marginación.

En otras palabras, la sociedad salvadoreña involuciona hacia un Estado que supuestamente fue superado con los Acuerdos de Paz. Con tono nostálgico el ex-comandante guerrillero Leonel González se lamentó que el FMLN erró al entregar las armas sin que se cumplieran al pie de la letra los Acuerdos de Paz.

Pese al momento político en que lo dijo, en la efervescencia electoral pasada, quizás tenga razón, y mucho más al ver a una izquierda complaciente que sueña con llegar a la presidencia en el 2004. ¿Qué país irá a gobernar?, es la pregunta.

Y es tan atrasada la derecha, reitero, que no da pasos en la búsqueda de un mejor horizonte.

Persiste en su empecinamiento, su voracidad, es decir no posibilita soluciones a los problemas que se tornan incontrolables. De poco sirve, en ese contexto, que derecha, izquierda, religiosos, empresarios, etc. se unan en el clamor porque termine la violencia cotidiana. El poder está en manos de ciegos.

En conclusión, se fue la oportunidad, se truncaron los cambios, habrá que esperar a saber qué para volver al sendero. La crisis social y económica que afronta la mayoría de salvadoreños evidencia la revolución que no fue. Y cuidado, centroamericanos, que el futuro es incierto en la región... quiérase o no, guste o no, compartimos los mismos males y similar clase de políticos. (FIN)

¿Déjà vu?, compatriotas. Ustedes juzguen.

lunes, febrero 14, 2011

El sentido de la solidaridad y el sacrificio

Por Guillermo Mejía

Por el discurso que manejan en el gobierno y la empresa privada, los salvadoreños están condenados a manifestar su solidaridad con sus conciudadanos, pero sin esperar algo a cambio. Es más, ese sentimiento solamente puede ser expresado entre la misma gente pobre, porque de los que detentan el poder no hay esperanzas.

Eso se puede concluir de las respuestas que ha dado el mismo presidente Mauricio Funes y miembros de su gabinete ante los reclamos de los trabajadores estatales porque han sido excluidos de los aumentos salariales a que da lugar la ley. Lo grave es que Funes prometió desde el comienzo su compromiso con respetar el Estado de derecho.

Y, ese marco legal, tiene establecido que los salarios de los trabajadores tienen que estar acordes al alto costo de la vida, ya sea que estén o no escalafonados. Además, que todo aumento que existe por parte del Estado debe ser automáticamente aplicado a todos los trabajadores, el único margen será los topes que pongan en cuanto al salario asignado.

Para todos es conocido que, como advierte el mismo gobierno, los fondos escasean en las arcas estatales, por eso insisten en que la gente trabajadora tiene que reconocer el problema y solidarizarse con los demás, pero, por ejemplo, ese mismo reconocimiento no existe con respecto a la empresa privada que, como todos sabemos, también se vale de trucos para no pagar impuestos como se debe.

Como dice la sabiduría popular: o todos en la cama o todos en el suelo; sin embargo, ni las autoridades ni los empresarios privados dan pasos en concreto. No es necesario ser economista para saber que una forma adecuada para reactivar la economía es potenciar el consumo y eso solamente se puede a partir de los aumentos salariales. Los empresarios ni en sueño asumen el reto.

Uno de los esfuerzos del gobierno que podría tomarse como verdadero cambio sería lograr que los empresarios privados cumplan con lo que establece la ley sobre los impuestos. Todavía resuena en la sociedad salvadoreña las acusaciones que hizo un ex embajador estadounidense en años pasados sobre los “empresarios gorrones” que se roban lo que les toca pagar al Estado.

Si bien en los veinte años de gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena) la gente no vio nada claro en medio de las chucherías empresariales y el despilfarro en las arcas estatales, al grado que un ex presidente se convirtió en magnate de los medios de la noche a la mañana, será el colmo que la situación siga igual con este gobierno que se asume de izquierda y que dice estar por el cambio.

Los trabajadores no pueden conformarse con las promesas oficiales, muy al contrario, tiene que ejercer la presión adecuada para hacerse sentir y conseguir lo que les corresponde. Como bien señaló el politólogo Alvaro Artiga, de la Universidad Centroamericana (UCA), de cara al gobierno solamente tendrá respuesta el trabajador que proteste. El que no lo haga que se lo coma el león.

Por eso mismo, el partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) debería sopesar lo que dice con respecto a las reivindicaciones sindicales, porque las recientes acusaciones que lanzó al movimiento vienen a confundir a la gente. Ese partido no puede estar en contra de la lucha de los trabajadores, al menos debería aclarar los conceptos con respecto a las formas de lucha.

En conclusión: El sentido del sacrificio también pasa porque todos los ciudadanos pongan su cuota. No sólo se debe mirar hacia las mayorías que ya sufren con la escasez y la carestía, y sobreviven dentro de un modelo de desarrollo deshumanizado que, a partir de la máxima ganancia al menor esfuerzo, ha esquilmado a la gente. Seamos realmente solidarios y eso pasa por el sacrificio de todos, no solamente de los pobres.

lunes, febrero 07, 2011

Tercera crónica del uno de febrero de 1992*
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La juramentación de COPAZ
Vivas y abucheos: La difícil tarea de aprender a convivir

Primero de febrero de 1992. Día histórico: Inicio del cese de fuego, instalación de COPAZ y punto de partida de la vida política legal del Fmln.

Por Guillermo Mejía

Una rareza. Por primera vez la seguridad no se mete ni con los periodistas. Es casi inexistente.

Tranquilos, sin problemas, ingresan guerrilleros, militares, políticos, religiosos, diplomáticos y sus respectivas barras dispuestas a ganarse los espacios.

El Pabellón Centroamericano de la Feria Internacional aguanta con cinco mil invitados especiales. La juramentación de los miembros de la Comisión para la Consolidación de la Paz (COPAZ) no debe esperar, pero han pasado cuarenta minutos de la hora prevista.

Hay llamados de atención, mas nadie obedece. “Hacéte el suizo”, advierte un colega, mientras se abre paso en el escenario donde se mezcla la derecha con la izquierda. Aprenden a convivir.

“Cualquier cosa que necesités, llamáme. Para eso estamos nosotros, oíste…”, recuerda uno de los prominentes miembros del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena) a la comandante Nidia Díaz. Ella sonríe.

El presidente Alfredo Cristiani está por llegar, se escucha la marcha, sigue el alboroto. Otra vez el maestro de ceremonia a la carga, otra vez la marcha, casi pasa desapercibido…

No hay duda, “Arena ha logrado esto”, afirma el presidente del partido gubernamental y alcalde capitalino, Armando Calderón Sol. “Si no hubiera llegado al poder, a saber qué habría pasado…”

El general René Emilio Ponce, ministro de Defensa, es más directo: “En estos momentos estamos unidos, significa la muerte del comunismo en el mundo, estoy optimista”.

Tanto así que “la palabra terrorista debe quedar encerrada y olvidada”, reitera el alcalde capitalino.

Para los rebeldes no es otra cosa que el deseo de la mayoría y ésta quiere la paz, a pesar que “siempre existe un sector minoritario que buscará obstaculizar”, precisa Nidia Díaz.

Son casi las 10:00 a.m., es decir una hora de estura y encoje en el escenario; ahora los asistentes entonan las “sagradas notas de nuestro himno nacional”.

Ahí están de cara a la nación, juntitos, adornador con crisantemos ámbar y colas de ardilla. Elegantes, tirados dirían, como si no mataran una mosca.

Cristiani sonríe al frente. A su derecha, Roberto Angulo, presidente de la Asamblea Legislativa, y Francisco Merino. A su izquierda, Mauricio Gutiérrez Castro, presidente de la Corte Suprema de Justicia… serios.

“Amanece al esperanza para la nación salvadoreña”, se escucha en las bocinas.

El comandante Joaquín Villalobos rompe capote y su barra estremece el lugar: “¡Joaquín, Joaquín, Joaquín!...” Aplausos. Cristiani contento; Merino continúa serio.

El podio está a la izquierda del escenario, al lado de la mesa que el jefe rebelde comparte con su compañero Roberto Roca; el general Orlando Zepeda, vice ministro de Defensa; el coronel Juan Martínez Varela, ministro del Interior; Rubén Zamora y Carlos Díaz Barrera, de la Convergencia Democrática; Gerardo Le Chevalier y Fidel Chávez Mena, de la Democracia Cristiana.

Atrás, los integrantes de la Comisión de Diálogo gubernamental.

“Si realmente cumplimos todos los compromisos adquiridos, más temprano que tarde el pasado será historia y le tocará a futuras generaciones emitir su juicio sobre éste”, advierte.

Sus enemigos lo observan desde diversos ángulos. En la mesa situada a la derecha del escenario se encuentran Guillermo Guevara Lacayo y Pedro Hernández, del Movimiento Auténtico Cristiano (MAC); Rafael Machuca y Ciro Cruz Zepeda, del Partido de Conciliación Nacional (PCN); Armando Calderón Sol y José Francisco Guerrero, de Arena; Mario Aguiñada Carranza y Norma Guevara, de la Unión Democrática Nacionalista (UDN). Atrás de estos últimos, sus compañeros de lucha, entre ellos, Schafik Jorge Handal, Leonel González, Nidia Díaz, Ana Guadalupe Martínez, Sonia Medina, Salvador Samayoa.

“En un mundo cambiante y en una realidad económica social tan compleja, quien crea tener la verdad absoluta y el modelo perfecto aferrándose a dogmas, está equivocado”, sentencia. Su barra irrumpe en aplausos. El general Zepeda sonríe.

“Con el fin de la guerra asistimos a la primera revolución que no divide, sino que une a una nación y que nace insertada y aprobada por todo el mundo”, afirma Villalobos.

“Estamos concientes que cometimos errores, que no fuimos infalibles y que este es el momento de decirle a la nación que lo reconocemos”, admite.

Es una dura prueba. El líder guerrillero reivindica a Roque Dalton, asesinado por el propio grupo de Villalobos el Día de la Madre de 1975, como “nuestro valor nacional”, quien en su Poema de Amor hizo el retrato exacto del ser salvadoreño. El aplauso más largo de las 24 interrupciones del auditorio a su discurso.

El general Zepeda no le quita los ojos de encima en medio de una leve sonrisa. Villalobos suspira…

El pabellón resulta un embutido al revisar la amplia representación de la sociedad que reúne.

Así lo aprecia Rubén Zamora. Detalla los retos: construir la democracia, desmilitarizar la sociedad, eliminar la impunidad y el predominio de la fuerza sobre la ley; cumplir con los acuerdos socio-económicos y asistir a los lisiados de guerra.

“Aquí estamos hoy los afortunados, los que empezamos a ver los frutos, pero lo somos porque hay otros muchos de nuestros hermanos en uno y otro bando (que) ofrendaron su vida”.

Hace una lista de los constructores de la “nueva sociedad”. Comienza con Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Menciona a Guillermo Ungo, Héctor Oquelí y Enrique Alvarez. Más aplausos y vivas.

Pero también “…está con nosotros nuestro amigo el doctor (Francisco) Peccorini y nuestro oponente político el licenciado (Edgar) Chacón, están aquí todos los combatientes del Fmln, todos los soldados de la Fuerza Armada que han caído en esta lucha”, asegura.

Vienen las coincidencias. A Fidel Chávez Mena le falta la barra, apenas anima cuando menciona al ex presidente Napoleón Duarte que “inició en las Naciones Unidas el histórico proceso de negociación en circunstancias en que el país estaba tan radicalizado que ‘diálogo’ era mala palabra”.

Peor les va a Guillermo Guevara Lacayo t a Ciro Cruz Zepeda, el saludo es formal, aplausos de entrada y salida. Barras ausentes.

Ahora el turno es de Calderón Sol, quien resalta que “continuamos sin atender las voces contrarias que juzgaban de inalcanzable nuestra valiosa finalidad”.

Silencio sepulcral. El dirigente arenero elogia a Cristiani, quien “ostenta la meritoria labor de haber procurado y hacer efectiva esa aspiración de paz mediante el advenimiento de un auténtico Estado de derecho y tranquilidad en el pueblo salvadoreño”.

La barra de Calderón Sol la compone el mismo Cristiani, Merino, Angulo, Gutiérrez Castro, Guerrero. La refuerzan la primera dama de la nación, Margarita Llach, y los miembros del gabinete de gobierno, entre otros.

“Estamos ratificando ante el mundo nuestro repudio a la violencia como medio para resolver nuestras diferencias”, dice. Más aplausos en el ambiente.

“No podría terminar sin mencionar a nuestro fundador, el mayor Roberto D’Aubuisson Arrieta”. Descontrol total, las barras se enfrentan, la del Fmln abuchea al orador, la de Arena se levanta de su asiento y responde: “D’Aubuisson, D’Aubuisson, D’Aubuisson…”

El rostro de Calderón Sol se enrojece, pero continúa: “Quien ha sido un incansable constructor de la democracia”. De nuevo la rechifla y el “no, no, no…” de la barra contraria. “Y ha apoyado incansablemente el proceso de pacificación de nuestra querida patria”. Otro enfrentamiento de palabras… los nombres de D’Aubuisson y Joaquín resuenan.

La conflictividad baja cuando Aguiñada Carranza llega al podio.

“No vemos todavía ninguna razón para estar pesimistas o escépticos, pero sí es necesario estar vigilantes de aquellos que quieren torcer el rumbo de la historia”, manifiesta.

Por el momento: “los que firmaron la paz están cumpliendo”.

Camino al mediodía, el momento esperado por los participantes y espectadores, Cristiani juramenta a los miembros de la COPAZ y estos se comprometen a ser fieles a la república.

Señores, el retiro del pabellón nacional.

También fue negociado, esta vez los cadetes lucen su traje de gala rojo y blanco y guardaron el tradicional azul marino. Pasos de desmilitarización, según dice un guerrillero presente.

Otra vez el alboroto, pero la derecha se muestra recelosa de lo que ha presenciado. Mira de reojo a los guerrilleros, en especial a Villalobos, quien saluda al embajador estadounidense William Walter.

Así querían el final los norteamericanos, según dice el diplomático, ahora lo que viene es profesionalizar al ejército.

La barra hace de las suyas. Captura a los dirigentes rebeldes, los apretuja. Autógrafos a diestra y siniestra, besos y abrazos, el pabellón centroamericano está en manos del Fmln.

Pasan los minutos, continúa el acoso de la masa y los líderes insurgentes van abandonando el lugar con dificultad, ayudados por su propia seguridad.

Villalobos lleva un crisantemo maltratado en su mano derecha, sale del pabellón. Ahora sí están en el ruedo… (FIN)

*Material periodístico publicado en la Revista Tendencias, edición número 7, correspondiente al mes de febrero de 1992. San Salvador, El Salvador, C.A.