jueves, marzo 07, 2024

Bukele, entre lo cool y el espejo de la realidad

Por Guillermo Mejía

Sin duda es materia común el hecho de considerar al presidente Nayib Bukele como un experto en la comunicación, la publicidad y la propaganda, en especial desde las plataformas digitales, y la prueba es su impacto político que trasciende fronteras, aunque el espejo de la realidad mueve a pensar sobre el futuro de su proyecto.

Un acercamiento a los recientes resultados electorales, donde triunfó con su relección y conquistó la mayoría absoluta de diputados confirma lo anterior, pero no se puede obviar el éxito relativo que tuvo en los comicios de alcaldes y concejos municipales, donde mermó su incidencia en los poderes locales.

De hecho, muy sensible resultó el fracaso en su empeño por sacar a la alcaldesa arenera Milagro Navas, de Antiguo Cuscatlán, donde incluso utilizando recursos estatales pretendió colocar en su lugar a la ministra Michelle Sol, para el nuevo municipio de La Libertad Este que incluye a Huizúcar, Villanueva, Nuevo Cuscatlán y Zaragoza.

Como curándose en salud, el mandatario adujo que, si bien había perdido en alcaldías controladas por Nuevas Ideas, dado su pésima administración, en general esos espacios fueron ganados por partidos políticos aliados del gobierno, por ejemplo, Gana, PDC y PCN, y que la oposición real solamente triunfó en uno de los nuevos 44 municipios.

Empero, desde un inicio –y lo confirman las encuestas- la joya de la corona era derrotar a Navas, que lleva 36 años como alcaldesa, o sea 12 períodos consecutivos. De ahí que amerita reflexionar sobre la importancia de lo local en el ejercicio del poder y ojalá que se abra una puerta a pensar seriamente en la necesidad del trabajo de campo y la organización popular.

Es más, es tan simbólico el caso de Milagro Navas dado que sus logros trascienden a su partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), es decir, es ella, al grado que inclusive asumió el color rosado y guardó la casaca tricolor, a la vez que le lanzó un guiño al presidente Bukele al decirle que está lista para trabajar con él y que no tiene solo 43 municipios, sino 44.

Para contextualizar y tratar de encontrar el sentido, es importante considerar el andamiaje de la sociedad del siglo XXI y para eso reconocer la presencia de lo cool, la fortaleza de Bukele.

La coolture en la política

Bukele, joven, cool, por ende, digital, navega en esa forma determinante en el presente siglo XXI que rompe con formatos y se instala en el fragor de la cultura del consumo en todos los órdenes. El símbolo de este momento histórico es la presencia del Smartphone, las redes sociales y la velocidad.

“La coolture es la cultura común del siglo XXI. Esa del entretenimiento mundializado que establece como criterio de gusto a lo cool. Más que pensadores o intelectuales está guiada por ‘influencers’”, escribió en años pasados el comunicólogo colombiano, Omar Rincón, un referente obligado para conocer la perspectiva.

Según Rincón, “Su escenario, su iglesia, su museo, su cancha es la ‘media ecology’ (la coolture habla, escribe –si escribir en redes es escribir- en inglés y en frases sin final), ese ecosistema hecho de pantallas, redes, internet, celulares, apps que se autodenomina ‘transmedia & convergencia’”.

En una reciente visita al país, Rincón afirmó en la radio local que para el caso “el personaje en comunicación política más alucinante del mundo es Bukele realmente (…) no hay uno y lo que lo imitan, con poquito de imitar a Bukele, les va bien”. Ejemplos son los presidentes de Ecuador y Costa Rica, aunque no prometen a futuro.

“Bukele es súper coherente porque él viene del mundo de la publicidad, o sea sabe del tema”, agregó el maestro colombiano. Y: “Es coherente con lo que sabe. Él no te va a discutir en una discusión de argumentativo-político racional del siglo XX, sus discursos están hechos en función de las redes digitales; entonces, él sabe que tiene que hacer frases tuitiables”.

Rincón compara al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador que utiliza una forma tradicional de la política como un adorador del pueblo, de telenovela, y claro que le va bien por las características de la sociedad mexicana, al contrario de Bukele, como Trump o Milei, que se consideran superhéroes, al estilo de “me siguen o se jodieron… yo no los amo, yo no voy a estar con ustedes… ustedes me siguen o esto se perdió”.

Al consultarle al maestro colombiano sobre cuál sería la clave para derrotar a Bukele, respondió: “la oposición salvadoreña no es criptonita, es casi la gasolina para Bukele… Bukele no tiene un buen guasón de rival… uno ve a la gente de Arena y del Frente y dice, pero no, cada vez que hablan es como de beneficio, Bukele no tiene nada que hacer… hablen, hablen, digan cualquier estupidez, porque ustedes no han entendido nada, siguen sin entender”.

Sin embargo, Rincón advirtió que esa forma instalada en el mundo actual, que abarca lo político, conlleva riesgos, porque está supeditada a lo personal, a lo íntimo, a lo autorreferencial, al grado que puede haber problemas de salud mental, adicciones, cosas que pueden causarte un grave daño.

“Comienzan a tener una desconfianza en el otro como muy fuerte, se vuelven muy paranoicos, están tan ensimismados que todo el mundo se convierte en enemigo, no tienes posibilidad de confiar en nadie. Te metes tanto en tu personaje que nadie te puede servir del otro lado, todo el mundo se vuelve desechable”, afirmó.

La importancia del poder local

La presencia de lo coolture en todos los órdenes de la vida es evidente, lo vivimos también dentro de la política y el ejercicio del poder. Un buen comienzo es comprender el fenómeno, reflexionarlo y hacerle frente de cara a los derechos ciudadanos en la búsqueda de una sociedad más justa y democrática.  

Entendidas las cosas, las formas para contrarrestar estas prácticas políticas dominantes implica que haya opciones políticas alternativas que, aunque no desechen las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y sus productos, en especial las redes sociales, enfaticen en el trabajo político de campo y la organización popular.

Resulta muy importante considerar la clave del poder local que en el caso salvadoreño resultó ser el menos favorecido para el gobierno de Nayib Bukele en las recientes elecciones, situación que se le complicó –en gran medida- dado la cancelación de los fondos públicos a las alcaldías municipales, algo que resintieron también los alcaldes de Nuevas Ideas y los partidos afines.

El malestar y frustración fue manifiesto hasta en algunos de los alcaldes del partido oficial que no pudieron responder a la ciudadanía ante la cancelación de proyectos sensibles en función de personas de la tercera edad, niñez y adolescencia, entre otros, mientras la respuesta de la Dirección de Obras Municipales (DOM) fue ineficiente ante las demandas planteadas.

Frente a lo que viene en el futuro resulta imprescindible la recomposición de las fuerzas políticas, en especial las que caben en el polo de lo que llamamos oposición política, en especial las de carácter popular, así como otras instancias de la sociedad civil que deben estar a la altura de los retos. En esto hay mucha tela que cortar.

El mismo maestro Omar Rincón advirtió en uno de sus escritos que “La sociedad del siglo XXI ha mutado de una cultura moderna ilustrada y crítica a una coolture entretenida y de flujo en la que la idea de mundo se concreta en navegar por las redes digitales y consumir felicidades”, pero “esta coolture no agota la imaginación social y surgen alternativas potentes”. Ahí la clave.

Hay que dar el salto cualitativo, pues, y salir del ensueño.

jueves, febrero 08, 2024

La reelección de Bukele y el papel del trollismo político

Por Guillermo Mejía

La publicitada reelección del presidente Nayib Bukele y la conquista de la mayoría de diputados de la Asamblea Legislativa, aunque falta su oficialización, merecen verlas desde la óptica de las estrategias de manipulación emocional, en especial la presencia del trollismo político que va ganando terreno en el ejercicio del poder, y conquista mentes y corazones.

Para definir el trollismo, según el comunicólogo argentino Silvio Waisbord, hay que decir que es un elemento esencial en la comunicación política de la reacción conservadora contemporánea; es decir, no es un elemento accesorio, sino que central y usa la diversión y el sarcasmo para confrontar con todo discurso que huela a postura crítica.

“El troll político no toma el escenario para persuadir, movilizar, criticar, y rebatir. El troll no es una continuación de la demagogia u otros estilos clásicos del discurso público. Su génesis es diferente. Es una criatura particular del mundo digital cuya marca registrada es incitar, tratando de herir sensibilidades y mofarse del resto, con una mueca de satisfacción del deber logrado”, afirmó el autor en una publicación reciente de la revista digital Anfibia.

Si bien no hace una referencia directa al caso salvadoreño, los elementos teóricos expuestos se pueden extrapolar para una interpretación del fenómeno político que sí ocurre en El Salvador como en muchos países de América Latina e incluso del mundo, donde la manipulación emocional está presente y el escenario digital se torna idóneo.

De ahí la importancia de examinar las formas privilegiadas de comunicación que utilizan estas figuras políticas contemporáneas, por ejemplo, el presidente Bukele, sobre la base de la exposición desde espacios digitales, especialmente redes sociales, aunque sin descuidar la presencia de los tradicionales, sean informativos, publicitarios y propagandísticos.

Para ilustrar el fenómeno, Waisbord sí recurre al caso del presidente argentino Javier Milei –que sí puede relacionarse con Bukele desde una postura libertaria y de azote a la clase política tradicional. “Los discursos del presidente Javier Milei nos tienen acostumbrados a la polémica. Decenas de expertos suelen desmenuzar sus aseveraciones simplonas y equivocadas sobre la historia económica argentina que no resisten ningún chequeo riguroso”, afirmó.

Y advirtió que “Sin embargo, un discurso político debe ser examinado según sus objetivos y contextos, y no únicamente por su contenido” y, a pesar de que hace malabares para justificar sus posturas (como economista o panelista que fue antes de presidente), “Milei ya no es un comentador o un académico. Es un presidente que intenta afirmarse políticamente a través de la comunicación y su estilo es una mezcla de divulgador-evangelizador y troll.”

En el caso del presidente salvadoreño hay muchos pasajes que pueden servir para la interpretación del fenómeno. Para el caso, su negación del aporte de los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, al proceso de apertura democrática que, si bien arrastran deudas históricas, sentaron las bases para posibilitar una sociedad pluralista frente al autoritarismo de viejo cuño.

Además, su constante comparación de hechos donde es protagonista él, su gobierno o su grupo de poder para afirmarse que nunca antes hubo algo similar ni en la historia nacional o la historia mundial, como los resultados del reciente proceso electoral salvadoreño. La responsabilidad política puede que implique una mente sosegada.

La necesidad del trollismo

Para Waisbord, el trollismo se ha vuelto necesario en la sociedad contemporánea por pragmatismo y valor comunicativo y para el caso argentino “Insistir con las virtudes, reales o míticas, del mercado desregulado y la bondad capitalista como estrategia de persuasión tiene un techo comunicacional y político. Difícilmente movilice pasión de multitudes, embrujadas por el magnetismo sensual del monetarismo y otras abstracciones económicas. ¿Quiénes dan la vida por la ley de oferta y demanda en el mercado libre? ¿Qué muchedumbre se autoconvoca para defender a la Escuela Austriaca de economía?”

En cambio, según él, apelar a temas socio-culturales tiene mayor tracción comunicativa. Docenas de movimientos de masas modernos demuestran que cultivar y azuzar identidades personales y colectivas es central a la política. “Combatir” a “enemigos” cuyo objetivo es disolver estilos de vida, valores morales, y posición social, moviliza sentimientos fuertes y medulares. La retórica política exitosa se conecta con sentimientos ligados a anclas identitarias –nación, religión, raza, género, sexualidad, familia, etnia, salud.

Por otro lado, el autor argentino dijo que el troll exitoso agita emociones: “Por más que tenga ínfulas intelectuales, no juegan de analistas finos y reflexivos sobre cómo bajar la inflación o generar empleos. Esto difícilmente atraiga multitudes digitales. En cambio, el troll puede lograr enormes audiencias y generar clics con otros artilugios retóricos. Provocar, degradar, gritar, revolear insultos, usar lenguaje deshumanizante, revestido con todos de humor y sátira”.

“Los trolls son herederos del griterío y las ofensas de los programas de paneles televisivos, con una pretensión de inteligencia y certeza ideológica. De tener la razón frente a la gilada (disparate). De hacerla enojar socarronamente, mostrando que ya no se puede hacer un chiste. De torear a quienes no toleran la incorrección política y piden la cancelación. Su único propósito es producir reacciones inmediatas: atención, estupor, escándalo, aplausos, críticas”, añadió Waisbord.

Sin embargo, aclaró el autor argentino que a pesar de que trolear sea inmensamente popular, gobernar no es trolear. Insultar, amenazar o deshumanizar pueden cosechar atención y clics, incluso puede ayudar a prevalecer en una elección política. Gobernar, sin embargo, demanda diferentes prácticas comunicativas –negociar, persuadir, presionar, componer, acceder, empatizar, sumar voluntades.

“Aquí radica la ambigüedad de la cultura troll para la democracia. Es libertaria-democrática en tanto significa expresión sin barreras, sin guardarrieles normativos –todo vale, nadie debería censurar. Encaja con la visión del mismo Hayek, para quien nadie tiene el monopolio de la verdad y que los hechos deben competir en el mercado libre de ideas. El problema es que el troll no tiene interés por la verdad o dialogar con otros. Su único propósito es menospreciar o agredir, ganar las pequeñas y olvidables batallas de X/Twitter y cosechar ‘me gusta’ y pulgares en alto”, precisó Waisbord.

Para finalizar el comunicólogo argentino recordó que la democracia precisa dialogar y acordar entre intereses diferentes, más que tirar injurias o sentirse satisfecho por provocar a otros en internet. “Con su autoconvencimiento de tener ideas perfectas y su sentimiento de superioridad, el trollismo no solamente es antagónico a la búsqueda de la verdad. Es un estilo comunicacional que choca con las necesidades de gobernar, especialmente un país polarizado, que urgentemente precisa negociaciones y acuerdos básicos”, sentenció. 

jueves, enero 11, 2024

Dictadura de ley: La reelección del general Hernández Martínez


 Por Guillermo Mejía

Cerca de cien años hace que el dictador Maximiliano Hernández Martínez maniobró desde el poder contando para ello con la servidumbre de los legisladores y las armas, entre otros factores, para entronarse contraviniendo la prohibición constitucional de la reelección presidencial en el país.

De eso habla el historiador Roberto Turcios en su libro Dictadura de ley – Maximiliano Hernández Martínez 1939 (Editorial UEES, 2023), la primera de tres partes de su investigación sobre la evolución constitucional salvadoreña en el siglo XX: periodos 1939-1944; 1950-1962; 1983-1992 -esplendor de la dictadura, vigencia autoritaria y transición a la democracia.

Dictadura de ley aborda la coyuntura de producción constitucional del primer periodo, tratando de presentar el proceso general en el que se configuró el régimen político de la dictadura con sus características principales. Si bien aparecieron las indicaciones de un tránsito rápido que, desde las elecciones de 1931 y la crisis general, dio lugar a una formación temprana, ya desde 1932, aquí se muestran las condiciones que propiciaron el surgimiento de la voluntad constitucional que consagró con todas las formalidades, al nuevo régimen.” (p.13)

Del golpe de Estado militar del 2 de diciembre de 1931, que depuso al presidente Arturo Araujo en medio de la frustración política nacional por varias razones, se erigió el general Hernández Martínez, quien era el vicepresidente, con lo que “De una promesa democrática electoral, el país pasó a una arbitrariedad autoritaria que se convirtió en dictadura.” (págs.23-24)

Con el golpe se abrió un nuevo periodo. “En un primer momento, varias organizaciones lo vieron como una acción necesaria y le dieron su respaldo, luego siguieron días vertiginosos: en el curso de dos meses, el país pasó de la esperanza en un cambio que aliviara la crisis, a las elecciones, a la rebelión y a la mayor operación represiva practicada por el Ejército desde la fundación de la República. El nuevo gobierno estaba ante una emergencia general de varios flancos; a uno lo atacó con el despliegue despiadado del Ejército contra la rebelión de enero de 1932 y, después, contra la población desarmada; al otro lo encaró con medidas extraordinarias, como la suspensión del pago de la deuda externa.” (p.24)

Según el autor, a la represión siguieron la censura y la ley de imprenta en contra del periodismo libre, así como el control político de la ciudadanía, el estado de sitio, la policía política, la represión selectiva y permanente, y al final del primer gobierno (1931-1935) ya estaban bien puestos los cimientos del nuevo régimen, con su bloque de poder y los ánimos dictatoriales.

“El ingrediente decisivo fue el discurso: el relato de una ‘agresión’ comunista estuvo en el centro y el reconocimiento de la injusticia social a un lado. En el otro lado estaban los hechos de la reorganización que lograron una fórmula nueva para articular los intereses de la economía cafetalera; por primera vez desde la expansión del cultivo los productores contaban con recursos institucionales para atenuar la subordinación inexorable causada por los dispositivos de la agroexportación. De esa forma, desde distintos lados, el régimen pudo ampararse en una especie de orden fundador que, para mantenerse, reclamaba el acatamiento a su autoridad.” (p.27)

El general Hernández Martínez inició su segundo periodo (1935-1939) tras su victoria en unas elecciones en las que no tuvo competencia. Y nos relata Roberto Turcios que a lo largo de 1938 el plan orquestado siguió con actas municipales enviadas a la Asamblea Legislativa, para la convocatoria a una Constituyente, reforma que había sido aprobada en 1935 y ratificada en 1936. De hecho, se propuso la reelección del General.

En términos resumidos, si bien en la Constitución de 1886 se contemplaba la convocatoria a la Constituyente, en el artículo 148 también se establecía que no podían reformarse los artículos 80, 81 y 82 que tratan de la reelección del presidente, vicepresidente y designados y de la duración del período presidencial.

“Cualquier otro ‘medio de reforma distinto de los establecidos’ disponía el artículo 150, era ‘ilegal y nulo’. El espíritu constitucional contrario a la reelección era claro y contundente. El artículo 53, en el sexto numeral, planteó que perdían los derechos de ciudadano los que ‘suscribieren actos o proclamas o emplearen otros medios directos, promoviendo o apoyando la reelección del Presidente de la República’.” (págs. 28-29)

Sin embargo, hubo elecciones para esa Constituyente, en octubre de 1938, que fue instalada en el mes siguiente dando sus frutos de cara al poder de turno. Para el caso, derogaron el acuerdo de la Asamblea Legislativa de 1938 sobre la convocatoria a la elección del presidente para el 8, 9 y 10 de enero de 1939. La puerta se abrió para la continuación de Hernández Martínez.

“Los diputados decidieron la cancelación de las elecciones presidenciales, atribuyéndose la facultad de seleccionar al nuevo titular del Ejecutivo. Y no le dieron muchas vueltas, porque no podían darlas, cuando proclamaron por unanimidad a Maximiliano Hernández Martínez como el titular idóneo para estar al frente del Ejecutivo. A lo siete años que llevaba en el cargo, los diputados le asignaron seis más, de manera que el periodo terminaría en enero de 1945.” (p.97)

Según el autor, el 20 de enero de 1939 se aprobaron los 198 artículos que componían el nuevo texto constitucional y, al día siguiente, los diputados rindieron la protesta de ley y procedieron a la elección del presidente conforme al artículo 91: “La Asamblea, dijo el secretario Guzmán, debe ‘responder al clamor popular que exige la continuación del General Don Maximiliano Hernández Martínez en la Presidencia de la República’.” (p.145)

Pero la situación era insostenible y desde tiempo atrás. El 2 de abril de 1944, según el relato, comenzó la Semana Santa y también el día uno de la caída del general Hernández Martínez.

“Durante treinta y seis días, el país vivió una secuencia vertiginosa e impresionante de acontecimientos políticos. Tras uno venía otro, pero esa sucesión de rayos políticos estaba dejando huellas perdurables: la rebelión, la ola represiva, los fusilados al amanecer, las nuevas ondas conspirativas, la huelga general, los asesinatos y la renuncia. Todos esos fueron los episodios coyunturales que formaron el proceso de la caída del dictador y, al mismo tiempo, de la permanencia de la dictadura ante la audacia del ánimo democrático de la ciudadanía. El proceso fue intenso y tuvo varias facetas destacadas: la salida del dictador a Guatemala, la permanencia de la dictadura, el ímpetu democrático de la ciudadanía y la contención reaccionaria del Ejército. La confluencia de esas vertientes dio lugar a un proceso muy dinámico que, además, creó marcas indelebles que se extendieron a la política de las siguientes décadas” (págs.169-170)

Vale la pena consignar el hecho que, en medio de la crisis, con anterioridad –el 24 de febrero de 1944- la Asamblea había reeditado el expediente constitucional para que el general Hernández Martínez siguiera en el cargo. Se produjo la reforma respectiva, conforme a los intereses del régimen, para el periodo del uno de marzo de 1944 al 31 de diciembre de 1949. “¡Más de cinco años se estaba fijando el régimen, dieciocho el total!” (p.172)

“Aquel afán de prolongarse indefinidamente en la presidencia ya no pudo sostenerse; cinco semanas después de la reforma estalló la rebelión. Según las notas publicadas en los periódicos, que contaban con la autorización de la censura, durante los combates y las represalias hubo cincuenta y tres personas muertas, entre ellas nueve mujeres. Esa información de la Inspección General de Policía incorporaba en el total mencionado dos agentes y dos soldados. Además, hubo cuarenta y dos personas (treinta y dos militares y diez civiles) condenadas a morir fusiladas.” (p.175)

Nos cuenta Turcios que la noche fue una larga espera. Por fin, el martes (9 de mayo) a las once de la mañana se dio a conocer públicamente el nombre del nuevo presidente, era el general Andrés I. Menéndez, como Presidente Constitucional Provisional, pero la huelga no se levantó hasta que se confirmó la salida del país de Hernández Martínez.

“El golpe del 21 de octubre de 1944 fue una de las piedras fundacionales del régimen autoritario. Ese día, la transición de la dictadura a la democracia quedó cancelada, haciendo a un lado al presidente Menéndez, quien se empeñó en reencauzar la política a través de las elecciones, pasando por el debate constitucional y, en la práctica, cancelando la campaña electoral en marcha. Presidencia, Constitución y campaña fueron superadas por la imposición militar. La esperanza democrática forjada en la dictadura, que se materializaba en la aspiración de elecciones libres, quedó destrozada por los poderes económicos, políticos y militares más apegados a la ideología cincelada por los trece años martinistas.” (p.205)

Conocer los entretelones de esa experiencia histórica obliga leer tan valiosa obra de Roberto Turcios y qué bueno hacerlo a la luz de los acontecimientos políticos de la actual coyuntura salvadoreña. El autor ha publicado, entre otros trabajos, Rebelión. San Salvador 1960 (2017); Tendencias y coyunturas de cambio (2019); Autoritarismo y modernización (2018). Además, dirigió la prestigiosa revista Tendencias, que circuló entre 1992 y 2000. Es miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia donde pueden adquirir este libro publicado por la Editorial de la Universidad Evangélica de El Salvador (UEES).

viernes, diciembre 15, 2023

Bukele, la ilusión del marketing y la ausencia de debate

 Por Guillermo Mejía

Camino hacia las elecciones generales de 2024, cuando se elegirán presidente, vicepresidente, alcaldes y diputados, los ciudadanos fueron relegados otra vez de la posibilidad de participar del debate de los candidatos a los cargos respectivos, en especial la presidencia de la República, contrario a lo debería ser dentro de una democracia.

En el actual sistema electoral, controlado por los mismos políticos contendientes, nunca se ha considerado la necesaria confrontación de ideas y programas de los candidatos como sucede en otros países, donde al menos temas tan cruciales como los políticos, económicos y sociales son abordados en el espacio público.

Y, como es usual, aún muchos ciudadanos están adormecidos con que la “mejor arma es el voto” y que basta acudir “cívicamente” a las urnas en cada período de elecciones, para olvidarse luego del hacer/deshacer de los gobernantes que en general privilegian intereses particulares por encima de los de las amplias mayorías.

Sin embargo, esa penosa situación tiene su explicación.

Por una parte, el debate de ideas y programas en realidad no es prioridad en los contendientes, mucho menos el que se siente seguro del triunfo electoral, que sigue los consejos de los gurús del marketing político sobre la negativa al encuentro con los demás, ya que su asistencia oxigena a los adversarios políticos.

Para el caso, ni cuando triunfó en las elecciones presidenciales de 2019 ni en la actual campaña electoral, el presidente Nayib Bukele ha asumido la necesidad del debate de ideas y programas, mientras sus adversarios en aquella ocasión y ahora -diezmados y sin acceso a la deuda política por parte del Estado- tímidamente han invitado a la discusión pública.

Al contrario de la apertura al debate, Bukele dirige su acción política a través de las redes sociales, pero sin descuidar su participación en los medios tradicionales. A su campaña en medios estatales se une la presencia de su discurso en medios privados afines e incluso últimamente utilizó frecuentemente las obligatorias cadenas de radio y televisión.    

El problema es que más allá de las expectativas de los contendientes dentro del proceso electoral se entiende que en una democracia el soberano tiene que recibir los insumos adecuados, para que sabedor de las propuestas políticas, económicas y sociales, entre otras, emita un voto más razonado frente a la manipulación emocional.

Por otra parte, existe la domesticación de los ciudadanos frente al discurso dominante de los políticos y estrategas del marketing político, con la complicidad del sistema de medios de difusión, en creer a pie juntillas que los resultados de las encuestas de opinión encierran lo de por sí complejo de la generación de la opinión pública.

Se imprime la idea de si las “encuestas hablan” por supuesto que no es necesario, mucho menos legítimo, que exista el debate de ideas y programas por parte de los candidatos, a la vez que no existe una postura crítica dentro de la sociedad frente a las posibilidades y limitantes de esos estudios, en especial la forma en que son construidos.

Al grado que la suplantación de los fundamentos de la democracia por los resultados de las encuestas de opinión muestra un círculo vicioso que atrapa a la sociedad salvadoreña de mano de sus políticos, sin que importen sus posturas ideológicas, a lo que se suma una cobertura periodística acrítica y condicionada que les sirve de altavoz.

De esa manera, se torna de sentido común, malicioso por supuesto, hacer creer a la colectividad que lo más importante son los niveles de aceptación/rechazo que revelan los resultados de sondeos y encuestas de opinión cuando en general son fruto de estrategias de marketing político que implican manipulación deliberada por grupos de poder.

Dentro del actual proceso electoral, la sociedad salvadoreña debería asistir y participar en el debate de temas de importancia como la legitimidad de la reelección presidencial, el Régimen de Excepción, el negocio de los políticos con las pandillas, la transparencia y acceso a la información pública, la situación precaria de las pensiones que implica ciudadanos de primera y segunda categoría, los alicaídos sistemas de salud y educación, el imparable endeudamiento del Estado, entre otros.

Algo o mucho tienen que decir los candidatos a los cargos públicos sobre esos temas y más. Y claro significa debatir con letras mayúsculas; es decir, ir más allá de otras posibilidades como los foros que, sin bien son legítimos, no implican una confrontación profunda de ideas y programas. Además, la presencia y participación de los ciudadanos debe ser de primer orden.

Una forma de reivindicar este tipo de propuesta es la denominada ciudadanización de la comunicación, que necesariamente implica la ciudadanización de la política; en otras palabras, el involucramiento y participación de los ciudadanos en el marco del derecho a la comunicación y a la información, para ser constructores de sus proyectos de vida.

En ese sentido, la presencia ciudadana amerita ir más allá del ensueño de las redes sociales y otras posibilidades que facilitan las nuevas tecnologías, que por cierto son bienvenidas, pero que a la par de que implican esfuerzos que se pierden en su caducidad instantánea no necesariamente significan una educación política con carácter por parte de la ciudadanía.

Ciudadanizar la comunicación implica que el sistema mediático asuma también el compromiso por apostarle a esa educación política y promueva el involucramiento ciudadano en los espacios mediáticos, para coadyuvar al fortalecimiento de la comunicación y la información, a la par de –ahora sí- la acción comunicativa aprovechando, por ejemplo, las nuevas tecnologías.

En ese marco, podemos imaginarnos la forma en que se pueden vivenciar los procesos electorales, en los cuales ya no solo asiste el ciudadano como un espectador del quehacer político o consumidor de espacios o programas, sino partícipe de los mismos y donde queda establecido su ejercicio ciudadano.

La comunicadora colombiana Ana María Miralles, experta en comunicación ciudadana, nos recuerda las posibilidades de este tipo de proyectos comunicativos: la instauración de procesos de deliberación sobre agendas de temas surgidas precisamente de los ciudadanos, a la vez que la confrontación de ideas y programas por parte de los actores políticos con la participación de los públicos.

Miralles explica: “Dar voz pública a la ciudadanía, pasa necesariamente por procesos deliberativos de formación de opinión pública, que se constituyen en toda una práctica pedagógica, con un sentido renovado de la política que ya no estará exclusivamente en manos de los ‘políticos profesionales’ y que no necesariamente tiene que pasar por la instituciones creadas en sistemas representativos, sino que se mueve en espacios más abiertos y definidos desde un punto de vista predominantemente cultural, más cerca de los sistemas simbólicos de la gente”.

Llegar a ese estadio significaría un cambio radical en la forma como se asume el papel de los ciudadanos, tanto en la comunicación como en la política, además del compromiso de parte de los mismos políticos y el sistema de medios de difusión frente a la ciudadanía. El golpe de timón, pues, obliga a ciudadanos, políticos profesionales y comunicadores/periodistas.

De lo contrario, el ciudadano seguirá de simple espectador y consumidor de las estratagemas de los encantadores de serpientes.

viernes, octubre 20, 2023

Israel vs. Hamás: La desinformación como arma de guerra

Por Guillermo Mejía

Resulta preocupante la forma en que se ha instituido la desinformación en la sociedad contemporánea donde se da el rebote de las mentiras y embustes, en redes sociales y medios de comunicación colectiva, pero que en muchos casos se origina en directrices de grupos de poder y gobiernos de turno, y con la complicidad de las plataformas digitales.

Este fenómeno sico-social y político se ha explotado hasta la saciedad, en el marco de la lucha por la conquista de la opinión pública a nivel planetario, y caben los ejemplos del conflicto entre Rusia y Ucrania, y en la coyuntura a través de la activación de la confrontación entre israelíes y palestinos, donde la población civil sigue poniendo las víctimas.

A partir de lo que está ocurriendo en el enfrentamiento entre Israel y Hamás –milicia palestina radical-, la explosión de otros choques armados en esa zona y el papel de la desinformación, el periodista y profesor español Miquel Pellicer considera que “La desinformación se construye a partir de las verdades alternativas”.

“No solo es una amenaza para los medios de comunicación sino para los ciudadanos y su toma de decisiones en procesos vinculados a la salud democrática. A nivel diplomático, los gobiernos se convierten en el principal objetivo de la guerra de información en línea entre Israel y Hamás”, afirmó en un artículo recién publicado.

Pellicer presenta cuatro ideas para aclarar el tema:

Primero: -si bien su artículo no es una reflexión especializada en el conflicto- es una aproximación desde la comunicación digital y las redes sociales. Y existe una conexión clara de, por lo menos, la historia de Oriente Próximo desde el siglo XIX hasta el siglo XXI. Las aproximaciones geopolíticas son totalmente necesarias para contextualizar los orígenes y el desarrollo de este conflicto. Aquí los periodistas tenemos que ayudar en los análisis.

Segundo: Hay que analizar la cobertura de los medios de comunicación, la propaganda política y el desarrollo de la estrategia de desinformación en las redes sociales.

Tercero: En el contexto actual a nivel de comunicación vivimos el desarrollo de la IA generativa (GenAI) y los modelos que crean contenidos de textos, vídeos, fotografías de forma automatizada y que pueden servir como difusores de contenidos no verificados. Aunque no siempre es una cuestión de engañar.

Un dato al respecto, CBS ha examinado más de 1.000 vídeos de la guerra entre Israel y Hamás, y sólo el 10% son utilizables, según explicó la presidenta y directora ejecutiva de CBS News, Wendy McMahon, recientemente en una conferencia de Axios. El ataque de Hamás en Israel muestra cómo los deppfakes (fake news audiovisuales) y la desinformación llegaron a las redacciones “a un nivel de sofisticación que será asombroso”, dijo McMahon.

Cuarto: Estamos en una evolución del ecosistema de medios con, sobre todo, una nueva fase en la evolución de una red social como Twitter (ahora X) que ha sido fundamental para el ciberactivismo que ha movilizado las llamadas primaveras árabes, en un primer término, y fundamental en los cambios políticos en otros momentos políticos y electorales.

Para Pellicer, la desinformación es una estrategia de guerra, control de la narrativa y un negocio.

“En primer término, la desinformación es una estrategia más de la guerra. Forma parte de las acciones bélicas de los dos bandos y es una forma más de intentar controlar el relato para vencer también en los medios de comunicación y las redes sociales. Además, la desinformación también es un negocio, desde el sentido de acción de monetización por parte de muchos ciberactivistas que quieren sacar rédito de la atención de los usuarios”, afirma.

“Junto con informes creíbles sobre el conflicto que se está desarrollando, la información errónea sobre los incidentes atribuidos a ambas partes se ha distribuido ampliamente en plataformas digitales. Los saben muy bien los analistas de fake news. El colectivo Bellingcat de investigación y análisis forense de contenidos digitales en zonas de conflicto, por ejemplo, ha identificado un gran número de publicaciones en las redes sociales (que) han presentado imágenes de hace años de antigüedad, o imágenes ubicadas en otras zonas y que no son la franja de Gaza”, agrega.

Pellicer considera que la desinformación es un negocio al que las empresas, los usuarios y las grandes tecnológicas se abonan y ahí ubica, por ejemplo, el momento de X, la línea evolutiva de Twitter con Elon Musk al frente. En ese salto de una a la otra se han dado cambios en la red social, pero que no van en línea de proteger a los usuarios frente a la desinformación y los discursos de odio.

“Uno de ellos tiene que ver con la verificación de perfiles y el programa Premium (antes, Twitter Blue). Gracias al algoritmo que favorece a los usuarios que optan por pagar ocho dólares mensuales por una membresía Premium, las entradas de aquellos con el distintivo de verificación azul se muestran prioritariamente en los feeds de noticias para aquellos que buscan detalles sobre el conflicto”, asegura.

Según el especialista, la desinformación sobre el conflicto en Israel y Gaza tiene un enfoque multiplataforma: “No es que X y Elon Musk tengan toda la culpa. Las estrategias de desinformación en redes sociales tienen un comportamiento multiplataforma. Facebook, TikTok, YouTube, Instagram o Telegram también se han convertido en ventanas de fake news”.

Tras una serie de ejemplos sobre ese conflicto, Pellicer afirma que “Nada es fácil para los medios de comunicación y los periodistas. Los bulos se multiplican y se generan de forma exponencial. Las plataformas sociales retroalimentan esta desinformación, la IA puede potenciar los contenidos de ficción y las rutinas de producción añaden prisas y poca contrastación”.

Y, sin duda, ante tal panorama sumamente preocupante, cobran importancia los medios especializados en verificación de contenidos, así como encontrar fuentes de información fiables y honestas, de acuerdo con el periodista y profesor español.

Para contextualizar, vale la pena traer a colación las reflexiones del escritor y militar español Pedro Baños, especialista en geoestrategia internacional, al referirse al conflicto Rusia-Ucrania y la participación de Estados Unidos y la OTAN: “Antes se decía que el cuarto poder eran los medios de comunicación, pero para mí hay un quinto poder que son ahora mismo las redes sociales”.

En esos espacios es “en donde actúan, y de manera cada vez más activa, tanto los ejércitos como los servicios de inteligencia, precisamente para intentar imponer sus narrativas y también para condicionar a todos los usuarios. Pensemos que cada día en el mundo se conectan a alguna red social más de 4.000 millones de personas, por tanto, el interés en condicionar a todas esas personas es masivo”, añadió.

¿Vivimos en una aldea global ya en todos los sentidos?, preguntó el Diario de Ávila, de España, y él contestó: “Totalmente, queramos o no estamos completamente entrelazados unos con otros, sólo pensemos en lo que significa algo tan sumamente novedoso y que nunca había existido como es esta hiperconexión que permiten los medios, lo cual hace que estemos viviendo lo que sucede en la otra punta del planeta prácticamente como si lo tuviésemos aquí al lado”.

A partir de la aventura de la guerra a lo largo de la historia, “pues no aprendemos nada porque los seres humanos al final estamos sometidos o condicionados por nuestras pasiones, nuestras emociones, nuestros pecados capitales, y uno de ellos clarísimamente es el ansia de poder”, advirtió Baños, para quien un estratega lee a Maquiavelo, y luego reinterpreta y actualiza sus consejos en la obra El Príncipe.

viernes, octubre 06, 2023

Suecia le apuesta a la militarización ante ola delincuencial

Por Guillermo Mejía

La crisis delincuencial que agobia a Suecia se ha desbordado, al grado que el gobierno de derecha asegura que la forma más adecuada de combatirla es apostándole a la participación de los militares en actividades de seguridad pública, algo inconstitucional, aunque para eso harán la reforma respectiva.

El Primer Ministro sueco Ulf Kristersson, del partido Moderado, tuvo una reunión de trabajo con las jefaturas de la Policía y el ejército, dado la preocupación que existe por el fenómeno social. El mandato es que esas instituciones tienen que trabajar juntas, para solventar el problema que, por ejemplo, ha significado 36 asesinatos y 124 explosiones en lo que va del año.

En medios europeos se destaca que incorporar a los militares a funciones de seguridad pública está prohibido en la legislación sueca, que solo lo faculta para casos de atentados terroristas o de situación de guerra. La solución al inconveniente será una reforma legal, que propondrá el gobierno, dado la situación imperante.

En ese sentido, el Primer Ministro señaló que el cambio en la ley es necesario para “permitir una mayor participación militar en labores de seguridad” y afrontar “situaciones de zona gris en las que no es obvio qué tipo de amenaza enfrenta Suecia”, según las publicaciones periodísticas.

Kristersson asume que, mientras se da el cambio legal, las fuerzas armadas suecas pueden ayudar a la policía “en casos en lo que las habilidades especializadas del ejército puedan ser de ayuda”. Ambos cuerpos pueden trabajar a la par en rubros como logística, informática forense y análisis de explosivos, algo ya incluido en la legislación actual.

Resulta impensable que suceda eso en Suecia, sociedad que se ha caracterizado por tolerante, solidaria con otros pueblos a los que ha brindado asilo y con un sistema social que ampara a sus ciudadanos. Sin embargo, hay que ver esa situación en el marco del deterioro progresivo de muchas naciones europeas que se han vuelto conservadoras e intolerantes.

Desde esta parte del mundo de inmediato nos cae la cuenta del significado de la militarización de la sociedad y de la seguridad pública, en particular, por las experiencias que se han vivido y viven, donde hay que traer a colación muchas acciones que riñen con los derechos humanos, en especial del Régimen de Excepción que va en camino de cumplir dos años.

Salta a luz la reciente violación de una menor de 13 años, por parte de un militar salvadoreño y con la complicidad de otros elementos de tropa, así como los vejámenes y amenazas que sufrieron otras personas que la acompañaban en la zona costera del occidente del país. ¿Cuántas víctimas sollozan en silencio por posibles actos de este tipo?, es pregunta obligada.

Otros pormenores del caso sueco

Según el Primer Ministro, la ola delincuencial por la que atraviesan no tiene precedentes en Suecia ni en Europa; es decir, “ningún otro país tiene una situación como la nuestra”, advirtió ante los periodistas. Al grado que, desde diciembre de 2019, el mes pasado ha sido el más mortífero con 12 asesinatos, incluido una persona víctima de bomba.

Las razones que aducen las autoridades para el problema en Suecia, que el año pasado sumó 62 crímenes, son la mala integración de los inmigrantes, el aumento de la brecha entre ricos y pobres, y el narcotráfico. Hay que ver el grado de responsabilidad del gobierno de derecha por mantener una agenda de trabajo menos social que en el pasado, situación que se repite en muchos países europeos.

Reseñan medos europeos que uno de los problemas que enfrentan las autoridades es el que se conoce como “niños soldados”, reclutados por grupos de crimen organizado para cometer crímenes. Son jóvenes que acaban siendo peones de las bandas organizadas que buscan gobernar el hampa en ese país escandinavo.

Henrik Häggström, analista en la Academia Sueca de Defensa, dijo a periodistas que “la situación de los niños de las bandas criminales en Suecia es muy similar a la de los que son reclutados en conflictos armados”.

Las condiciones que facilitan el reclutamiento de los niños son similares: pobreza, familias desestructuradas y pocas esperanzas de tener un buen futuro. Y, además, la promesa de tener armas, dinero, protección y, sobre todo, estatus. La manipulación de la niñez es evidente y resulta ser caldo de cultivo.

El drama sueco y la respuesta de militarizar la seguridad pública no debe alegrarnos como sociedad, bajo la perspectiva de que la sociedad salvadoreña ha dado el ejemplo, sino más bien nos obliga a reflexionar sobre cómo estas sociedades han dado un paso atrás en su humanidad y qué nos depara a nosotros en el futuro.

viernes, septiembre 22, 2023

El conservadurismo radicalizado y la trampa del populismo

 Por Guillermo Mejía

Son un grupo de políticos que se presentan como seres extraordinarios, mesiánicos, guías hacia el futuro, y comparten estrategias que potencian el populismo y encarnan posturas políticas que se instalan en lo que se denomina conservadurismo radicalizado. Se escucha en el ambiente nombres como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y Nayib Bukele.

Son un fenómeno que experimentamos en la vida política cotidiana y sobre el que vale la pena reflexionar bajo la óptica de la politóloga austríaca Natascha Strobl, autora del libro La nueva derecha: análisis del conservadurismo radicalizado (KATZ, 2022), quien lo define y advierte sobre sus efectos.

“En tanto el conservadurismo radicalizado apuesta por una polarización permanente y se sostiene sobre líderes fuertes, rompe parte de las estructuras partidarias de cambio y renovación permanentes”, afirmó Strobl en una entrevista publicada en la revista especializada Nueva Sociedad.

“El conservadurismo radicalizado pone a los partidos al servicio del líder, y no al revés. La figura del líder refleja un ‘nosotros’ que se presenta de forma homogénea, mientras que las estructuras partidarias dan cuenta, por lo general, de una cierta diversidad”, advirtió la politóloga austríaca.

Según ella, cuando los partidos conservadores se radicalizan y apuestan por un tipo de liderazgo de este tipo, rompen parte de lo que fue su tradición después de la Segunda Guerra Mundial. Al contrario de los políticos mencionados, en aquel momento –a pesar de las diferencias- se asumía que los líderes servían al partido.

“Cuando el conservadurismo se radicaliza, y siempre lo hace a través de una figura de liderazgo fuerte y unificador, son los partidos los que sirven al líder”, reiteró. Puso de ejemplo el caso de Trump que, pese a las resistencias que provocó en el partido Republicano, al final disciplinó a otros líderes y logró lo que quería.

Al hablar sobre el cambio que imprime el conservadurismo radicalizado al conservadurismo clásico, Strobl señaló que el segundo antagonizaba de forma democrática con sus adversarios, y el primero desarrolla un antagonismo contra enemigos que no siempre son directamente identificables. Es la cacería de lo que creen que es una red global progresista.

Para ella, “El conservadurismo radicalizado se coloca, en tal sentido, en la posición de ‘la gente común’, la ‘gente trabajadora’, apelando a un sentido según el cual, ‘los otros’, los que quedan fuera de ese esquema, constituyen el enemigo. Hay gente que hace un ‘trabajo real’ y otra que no” con lo que “(…) apela a una polarización más profunda que el conservadurismo clásico, sobreexcitando a la sociedad en un antagonismo permanente”.

Según la autora, el punto sustancial es que los conservadores radicalizados pretenden que ese antagonismo permanente se constituya como una nueva normalidad. Trump y este tipo de personajes transforman, de hecho, la forma de debate con la oposición política, en tanto ya no buscan llegar a acuerdos (como en el caso del conservadurismo tradicional) ni establecer mediaciones. Su intención es fidelizar mayorías.

“A esto se suma un segundo elemento: ya no solo tienen un enemigo político institucional (los partidos opositores), sino que buscan construir un enemigo extraparlamentario. Eso se vuelve muy evidente en el modo en que Trump se refería, por ejemplo, a Antifa o al movimiento Black Lives Matters”, señaló. La maniobra iba dirigida a solidificar sus vínculos con sus seguidores.

“Creo que un aspecto fundamental para entender al conservadurismo radicalizado es tener en cuenta que su forma de antagonizar con los opositores proviene del repertorio de la extrema derecha. No solo los partidos tradicionales de la izquierda, sino también los medios, los intelectuales, los trabajadores culturales, son puestos en el lugar del ‘mismo poder’, de un ‘establishment progresista’. Esto construye un nuevo tipo de polarización, con adversarios políticos identificables y grupos más porosos”, afirmó Strobl.

La responsabilidad de la izquierda

De acuerdo con la autora, ninguno de los líderes del conservadurismo radicalizado cayó del cielo. Durante demasiado tiempo, conservadores y socialdemócratas se parecieron, y se instaló una dinámica en la que parecía que ningún otro tipo de cambio era posible. Esa idea de una imposibilidad de cambios llevó a considerarse como “postdemocracia”.

“Al no producir cambios sustanciales, los socialdemócratas fueron vistos como parte de un sistema que, en sí mismo, se había vuelto conservador. La radicalización de los conservadores y su apelación a cambios y transformaciones modificó un panorama político anquilosado en algo peor”, señaló.

“Pero, ciertamente, existe una responsabilidad de las fuerzas de la izquierda partidaria que, durante años, han ocupado un lugar en el sistema político sin desarrollar una serie de políticas coherentes desde el propio poder. Pero a este respecto, me gustaría decirle algo: volver para atrás tampoco es la solución”, agregó.

El sistema político está cambiando de forma notable –según Strobl- y el estado que yo conocí, y sobre todo el que conocieron mis padres, no existe más. Y recordó que desde 1945, socialdemócratas y conservadores, estabilizaron el sistema político, desarrollaron una economía social de mercado y buscaron una conciliación de intereses.

Natascha Strobl concluye:

“Pero los partidos conservadores claramente no están hoy en esa posición. Los socialdemócratas intentan, de un modo u otro, volver a esa ‘vieja normalidad’. Si la socialdemocracia no quiere estabilizarse como una fuerza conservadora, tiene que plantear un horizonte diferente. ¿Cuál es el camino que puede proponer hacia adelante? Esa es la gran pregunta y debe atreverse a hacérsela.”